Esta semana que empieza (hoy es 8 de octubre del 2012),
voy a vivir uno de los retos más grandes de mi vida. El miércoles viajaré a
Marruecos junto a mi marido Oriol para correr la Desert Run, una carrera en
tres etapas por el desierto para los amantes del Running que quieran vivir la
experiencia de correr en este paraje tan espectacular (sin llegar al límite de
Sables). Son 15km, 21km y 26km… Os aseguro que para mí es todo un reto,
sobretodo si pienso de dónde vengo… Ahora que estoy a las puertas de
conseguirlo (o al menos eso intentaré), me he planteado recordar cómo empecé a
correr. Cómo he pasado de no poder correr por prescripción médica a afrontar
cada vez retos más ambiciosos, y quién sabe, si a soñar con la gran prueba: el
Maratón!
7 minutos: Mis inicios
Nunca he sido deportista. Ni de pequeña se me daba bien la
gimnasia. Además tenía prohibido por el médico hacer ejercicio físico intenso,
por mi problema de asma, que tuve desde bien pequeña. Tampoco me importaba
mucho no tener que dar vueltas al patio, incluso lo agradecía! (de hecho la
única asignatura que suspendí en el colegio fue educación física… eso de saltar
el potro, subir la cuerda, el pino puente… vaya, que no iba yo para atleta).
Mis aproximaciones al deporte fueron un poco de tenis de pequeña, la natación
obligatoria en el colegio (hasta que conseguí el ansiado caballito negro!) y ya
en la adolescencia las habituales cuotas de gimnasio que pagas durante meses
aunque sólo consigues ir un día. Eso sí, este te genera una satisfacción
inmediata tras haber seguido correctamente una clase de aerobic sin conocer
bien la coreografía, una convicción falsa de “tengo que venir más”, y unas
agujetas al día siguiente que te mueres… Así que lo mío con el deporte era una
relación a distancia.
Mi marido, Oriol, siempre ha sido muy deportista (en los
chicos creo que es algo innato, en la mayoría): fútbol, bici, correr… Lo veía
levantarse bien pronto por la mañana para salir a correr cuando aún ni habían
puesto las calles, mientras yo entraba en otro sueño matinal profundo. Él
llegaba con una energía brutal, y yo empezaba un día que necesitaba todavía su
proceso de ducha y desayuno urgente! Jamás pensé en acompañarle. Siempre
pensaba “pero qué le ve a esto de correr?” “está loco levantarse tan pronto
para irse a correr” “una hora corriendo? Yo en la vida…”
Llegó septiembre del 2009, y llegó la tradicional Cursa de la
Mercè. Acompañé a Oriol y a su amigo Kiko a la carrera popular en calidad de
fotógrafa. Mi reto era pillarlos entre la multitud en la salida y captar su
cara (desencajada tal vez?) a la llegada. Aquello me impactó. Tanta gente
corría? Vi gente joven, chicos y chicas, gente mas madura, incluso niños con
sus padres… Gente de todas las edades, felices porque iban a sufrir para correr
10km! Había un buen rollo increíble. Era otra manera de empezar un domingo. Yo
hice los deberes, busqué un buen sitio para hacer mi foto. Igual alguno de
vosotros os encontráis en esta! El momento de la salida estaba a punto de
producirse, y yo ya tenía localizados a mis dos chicos. 3,2, 1… Empieza la
carrera!
De seguida me fui a la línea de meta para encontrar el
mejor sitio para la foto final. Hasta que no llegaron ellos, iba viendo la cara
de satisfacción-sufrimiento-alegria-adrelina-subidón-bajón con que llegaba la
gente. Algunos llegaban cogidos de la mano, otro haciendo el signo de victoria,
muchos se paraban en seco en la llegada y les tenían que advertir que avanzaran
para no cortar el paso a los demás, pero las piernas a veces ni les tiraban.
Para otros esto era un paseo (luego entendería que para muchos corredores de
larga distancia, estas cursitas son perfectas para seguir sus rutinas de
entreno). Y también Oriol y Kiko hacían su llegada, y yo no me perdía el
momento tras el objetivo.
Aquella experiencia me hizo plantearme probar esto de
correr. La cinta del gimnasio (mi gran enemiga, ni por mucho que mi fisio Mª
José me dijera que calentara 5 minutos en la cinta, no era capaz de hacerlo!)
fue donde di mis primeros pasos. Pero nada tiene que ver correr en la cinta que
correr al aire libre. NADA. Así que recuerdo muy bien como fue mi primer día
en el exterior.
Salía
de casa con la intención de llegar a un parque cercano, dar una vuelta, y
volver a casa corriendo. Fácil. Salí como si fuera a una clase de aerobic (la
pasión por la ropa y complementos del running aún no había llegado) y con
Mecano en el Ipod. Qué vergüenza me dio salir de casa así! Pensaba que todo el
barrio me miraba, “pero donde va esa corriendo?”. En fin, cosas mías… Con ‘En
tu fiesta me colé’ empecé a trotar. Y digo trotar porque así era mi paso, lento
y seguro, hasta que empecé a notar como mis pulmones me avisaban que algo no
estaba haciendo bien, “demasiado esfuerzo Cris, demasiado esfuerzo!” Apenas
pude llegar al parque (tras dos canciones y media de Mecano y 7 minutos de
‘trote’) ahogada perdida y con ese sabor a sangre que me generaba un ataque de
asma intenso. Di la vuelta al parque caminando, y de igual manera volví. Para
cuando llegué a casa, más o menos me había recuperado. “Vale, lo has probado y
está claro que esto no es para ti”. Visto objetivamente también puede parecer
así. Pero no sé porqué, decidí que debía volver a intentarlo. Y otro día, volví
a salir … Mañana os lo cuento!
No hay comentarios:
Publicar un comentario