Pasado el verano, y tras ver
que ya corría más asiduamente unos 15-20 minutos, me planteé seriamente
comprarme unas bambas. ¡En qué momento entré yo en una tienda especializada en
running!! Estoy enganchada! La familia está contenta porque siempre saben qué
regalarnos para Navidad o cumpleaños, siempre hay un complemento que te falta.
Mi primera tienda fue (y aún sigue siendo) ‘Jarrivu’. Allí Carlos toma buena
cuenta de tu pie. Te enteras entonces que no te puedes comprar las bambas de tu
número, sino que debe ser de un número, o incluso dos más! La razón es porqué
el pie tiende a hincharse, y así no lo hacemos sufrir más. Descubres la
importancia de la amortiguación, y palabras como ‘pronador’ o ‘supinador’, que
se refiere a tu tipo de pisada: si apoyas hacia dentro o hacia fuera, o si
apoyas bien, que se te considera ‘neutro’. A partir de ahí, escogido el número
y el tipo de bamba que se adecue a tu tipo de pie, ya entra la estética. La
verdad es que hay cosas muy horteras, o al menos así me parecían al principio
(ahora cada vez me fijo en modelos más llamativos). Fui discreta en mi primera
compra y escogí unas Mizuno azul cielo. “Póntelas y sal a correr por la calle,
a ver cómo te sientes?” Perdón??? Que salga vestida normal, a correr por la
calle? Jajaja, me hace gracia recordarlo porque Uri ya me había avisado que me
haría correr. La verdad es que va muy bien para sentirte realmente las bambas,
pero ciertamente te sientes rara. Ahora a veces que estoy en la tienda y veo la
cara que ponen algunos cuando les hace salir a correr y me recuerdan a mi.
Calle hacia arriba y hacia abajo, y las Mizuno fueron mías. Bueno, no sólo las
bambas, ya aproveché y me compré malla, camiseta y calcetines, de momento, para
no abusar demasiado.
Como os dije anteriormente nada
que ver correr con el calzado adecuado. Sin duda es el complemento running más
esencial, porque te ayuda a que tus piernas, sobretodo esas rodillas siempre
tan delicadas, no sufran tanto. Tu pisada es más estable, y por lo tanto, tu
cuerpo también lo es. El primer día que las probé, fui por el río y sentía que
los pies me iban solos. Ya estaba preparada. Había llegado el momento de ir a
la Carretera de les Aigües.
Era septiembre ya. Empezamos
caminando (porque esa subida infernal de asfalto me veía totalmente incapaz de
afrontarla), y iniciamos la carrera ya en el puente de madera. Qué largo se me
hizo el recorrido! De hecho, aún hoy las Aigües se me hacen más duras, no sé
porqué. Será porque voy menos que al río, o al parque, y a todo te acabas
acostumbrando. Apenas llegamos al puente que cruza la carretera ya pedía a
gritos volver. Y vaya si cuesta la vuelta! No lo parece cuando haces el camino
de ida, pero a la vuelta la carretera tiene una ligera inclinación que se me
hacía imposible. Pero aquel día, sin saber ni de dónde saqué las fuerzas (tal
vez las bambas nuevas!) cumplí el objetivo e hice 40 minutos seguidos. Creo que
fueron poco más de 6km, o tal vez llegué a los 7km, ahora eso la verdad es que
no lo recuerdo. Cuando empezaba a correr mi objetivo era tiempo, y no tanto
distancia. Ahora hay entrenos para todo.
El paso de los 20 minutos a los
40 había sido más rápido de lo que me esperaba, así que me sentí tan bien que
decidí apuntarme a la primera cursa. De 10 km. Era en Cornellá.
Corría sin dorsal. No habíamos
llegamos a tiempo de apuntarnos y sino no había ninguna otra cursa por esas
fechas que me fuera bien. No lo he hecho mucho pero sí cuando he querido correr
una carrera y me he quedado sin dorsal, aunque siempre me he sentido como un
polizón… Esto de participar en carreras populares engancha y cada día son más
multitudinarias, así que hay que estar alerta y ser rápido para no perder el
dorsal (de hecho, toda la liturgia que envuelve la recogida de éste, me
encanta! Ya sientes que estás en la carrera, y además los dorsales son un
perfecto decorador de paredes! Aquí algunos de los míos)
Mi objetivo en aquella primera
cursa era correr hasta que mi cuerpo aguantara. Y tengo que reconocer que
prácticamente desde que empecé, ya me quería parar. Eso me ha pasado durante
mucho tiempo, podría hablar incluso de todo un año. Cuando empezaba a correr,
quería pararme de inmediato. La cabeza es muy puñetera, y tienes que esforzarte
para no hacerle mucho caso. Yo he tenido que luchar con ella mucho tiempo hasta
llegar a conseguir lo que me pasa hoy en día, que desde el momento en que salgo
a correr, ya disfruto! No pienso en el todo lo que me queda por delante, sino
que visualizo la llegada y me imagino lo bien que me sentiré cuando llegue. A
mi eso me ayuda. No tanto la música, no suelo llevar ni ipod ni radio. Yo
mientras corro le doy vueltas a la cabeza (la última vez que corrí me imaginé
escribiendo este blog, y aquí estoy!)
Volviendo a mi primera cursa,
conseguí superar esas ganas de pararme, y corrí como alma en pena. Mi cara
debía ser un poema. Llegué tan desesperada al avituallamiento (el primero que
vivía) que me abalancé como una loca sobre el voluntario que daba las aguas.
Qué gran sensación esa de ver el puesto de avituallamiento a lo lejos. Es como
un oasis. Y ese agua sienta tan bien… Pero ojo no te relajes, porque a la que
ya has bebido y sales de tu letargo, vuelves a sentirte las piernas y te das
cuenta que aún te queda la mitad por recorrer. La mitad!!! 5km!!! Por suerte el
recorrido me regalaba una bajada y una parte final muy llana. Estaba muy bien
porque el medio km final era en una pista de atletismo, nunca había corrido en
una! Ya llegando a meta, recuerdo que me adelantó una mujer bastante mayor.
Pensé en apretar y seguir su ritmo, Uri me miraba como diciendo “Cris, por
dios, si podría ser tu abuela!”, pero el mensaje que mandaba de mi cerebro a
mis piernas no llegaba. No podía incrementar ni en una milésima mi tranquilo
ritmo. Yo a lo mío. A mi objetivo, que no era otro que acabar. Y acabé.
La
llegada a meta fue genial. Llegué junto con Uri y escuché entre el público que
gritaban mi nombre. Eran mis padres. Son los primeros que más se han alegrado
(y preocupado) con que pueda correr, porque tienen muy presente mi asma. Así
que el hecho de verles allí me llenó de alegría. Ese día me sentí deportista de
verdad. Desde ese día, 4 de octubre del 2010, me considero runner. Había
completado mi primera cursa de 10km. Fueron mis primeros 10.000, los primeros
de una larga lista…
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